El ser humano es un ser gregario, es decir, que está acostumbrado a convivir con otros, la vida en conjunto es parte de la esencia que nos define y por tanto es muy difícil o casi imposible vivir absolutamente aislados y alejados de toda civilización . En esta convivencia, surgen diferentes comportamientos que son también inherentes a la cualidad humana y que pueden ser desde los más sensatos y solidarios o egoístas y malvados.

Muchos individuos buscan siempre poder compenetrarse con sus semejantes, esparcir sus ideas y hábitos y, si se puede, dejar huellas para que el resto lo tomen en consideración o lo asuman como propio. Esta aspiración de trascender, es posible, en tanto se forme parte de una sociedad en la cual sus premisas e ideales, puedan ser comprendidos y asimilados.

Las sociedades son el resultado de múltiples interacciones a lo largo de un período de tiempo, en la que un grupo de personas, han compartido intereses y metas comunes, hecho que las ha llevado a unirse y sobreponer, por encima de las diferencias propias del individualismo humano, sus aspiraciones y beneficios colectivos, llegando en ocasiones a desarrollar un sentimiento de afecto y comprensión del otro. Es en este punto, donde encontramos una cualidad, que aplicada a las relaciones sociales, hace que una persona sienta o se emocione ante el sufrimiento del otro y se le conoce como empatía.

La empatía, es la intención de comprender los sentimientos y emociones, esperando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo. La palabra empatía es de origen griego “empátheia” que significa “emocionado” . En tanto, según Beatriz Anguís S., la palabra empatía procede de los vocablos griegos que significan “dentro de él” y “lo que se siente” . Sin embargo, sostiene que el significado real de este fenómeno psicológico es aún más importante que la capacidad de ponerse en el lugar de otro.

En muchos casos, cuando un individuo consigue sentir el dolor o el sufrimiento de los demás, colocándose en su lugar, despierta el deseo de ayudar y actuar siguiendo los principios morales. La capacidad de ponerse en el lugar del otro, que se desarrolla a través de la empatía, ayuda a comprender mejor el comportamiento en determinadas circunstancias y la forma como el otro toma las decisiones.

El aferrarse a la vida implica una serie de estímulos conductuales que nos trasladarán por el sendero del aprendizaje asertivo y que repercutirán a lo largo de nuestra existencia. La mente es el principal precursor de la creatividad y la convivencia social. Es así que, la visión periférica con la que estamos dotados, nos proporciona ver de forma expandible y más allá del horizonte, lo que equivale a afirmar que mientras más lejos observemos, más alimentación cognitiva recibirá nuestro cerebro, hecho que generará una mejor y mayor comprensión del mundo natural y simbólico que nos rodea.

La empatía es una de las funciones de la mente humana que constituye la base y el conductor que da forma a nuestra convivencia social. (Rodríguez, 2019) . Permite crear los puentes necesarios para conectarnos con los otros. Gracias a la empatía podemos forjar conductas pro sociales y de cuidado mutuo, generando ideas sobre la importancia del bienestar de todos. Por el contrario, tener una visión sesgada e individualista, no nos permite crear o recrear los ambientes, imaginar el ideario colectivo y convivir con las demás especies y por ende, nos lleva a privarnos de muchas promesas hermosas que tiene la vida.

La empatía es la base de nuestras habilidades de comunicación que nos hacen sentir más cercanos o interconectados con los otros, ya sean familiares, compañeros de trabajo o gente un tanto más apartada, como nuestros propios gobernantes. Sentir la cercanía del otro fomenta la confianza, el buen ánimo y la disposición de cooperación y en muchos casos los resultados derivados de la buena comunicación son la confianza, la creatividad y una mayor productividad.

La simpatía humana es un don y carisma que nos sirve para poder compenetrarnos con el medio social, a este tipo de conducta le añadimos la empatía como recurso para buscar el desarrollo personal a pasos agigantados, con la sutileza de interpretar e interactuar con las personas circundantes, diferenciándonos notablemente del resto para asumir un liderazgo asertivo por el bienestar propio y de los demás. Esto significa que es hora de ser simpáticos y empáticos y no ser esos seres antipáticos, aislados del mundo y su entorno sin una visión panorámica y quizá cargados de muchas influencias y hábitos negativos.

Para finalizar, en la vida cotidiana, las presiones emocionales y laborales también pueden apartar nuestra respuesta empática, como en el caso de servidores públicos o personal expuestas a mucho dolor ajeno (personal de centros asistenciales o de salud). A pesar de que es un mecanismo de protección, no implica que rompa con el canal de comunicación, creando así un ambiente aún más tenso y desagradable. Enseñar a nuestros niños lo que es la empatía, fomentarla en los adolescentes y condenar las expresiones poco empáticas que generan agresión y resquebrajamiento social, es algo que todos debemos resguardar y prevenir .

La empatía conduce al comportamiento de ayuda, lo que beneficia las relaciones sociales. Somos naturalmente criaturas sociales. Las cosas que ayudan en nuestras relaciones con otras personas también nos benefician. Sentir la cercanía del otro fomenta la confianza, el buen ánimo y la disposición de cooperación.